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Los test de la farmacia, ¿qué son?

07/08/2021

Entre mis últimas publicaciones ya he hablado previamente sobre las PCR y los test de anticuerpos (puedes leerlo un poco más abajo). Sin embargo, los últimos días se han popularizado los test rápidos de antígeno para autodiagnóstico, sin receta, desde su aprobación para la venta en farmacias, pero ¿qué son?, ¿en qué consisten?, ¿qué diferencias existen con otras pruebas?

Antes de comenzar a leer esta entrada, como siempre, recalcar que el objetivo de esta lectura es explicar de forma sencilla conceptos científicos que están presentes en nuestro día a día, con el fin de que todo el mundo pueda llegar a entenderlos. En ningún momento trato de centrarme en tecnicismos ni especificaciones de la materia.

Entrando en la cuestión, primero debemos tener claros algunos conceptos. Un virus podemos entenderlo de forma sencilla como una hebra de información, llamada material genético, dentro de una caja, llamada cápside (Figura 1). Esta cápside está formada por proteínas, las cuales producen en el organismo una respuesta inmunológica, que desemboca en la formación de anticuerpos. A estas sustancias capaces de producir una respuesta inmunitaria y de provocar la formación de anticuerpos, se les denomina antígeno. 


Figura 1: esquema de la composición del virus SARS-CoV-2

Ahora bien, como hemos explicado anteriormente en otras entradas, por un lado contamos con los test rápidos de anticuerpos, como indican su nombre, detectan anticuerpos en sangre. Así que, si un test es positivo, esa persona en ese momento tiene anticuerpos. Si es negativo, no tiene anticuerpos. No dan ninguna información sobre la presencia del virus en el organismo. Podría darse el caso que una persona tenga el virus, pero aún no haya producido anticuerpos, que tenga el virus y tenga anticuerpos o que ya no tenga el virus, pero que conserve aún anticuerpos. Esto, en la realidad, no es tan trivial y sencillo, ya que intervienen muchos más factores como el tipo de anticuerpo, el tiempo que tardamos en producirlos tras la llegada del virus a nuestro cuerpo, etc., pero no merece la pena profundizar en ello.

Por otro lado, tendríamos la PCR. PCR son las siglas de una técnica de laboratorio basada en la reacción en cadena de la polimerasa. Esto consiste en que una enzima, la polimerasa, funciona como una fotocopiadora de material genético. Si en una muestra hay presencia de SARS-CoV-2, producirá muchas copias de su material genético, hasta que exista una cantidad suficiente para ser detectada y la prueba será positiva. Si en una muestra no hay material genético viral, la fotocopiadora no puede fotocopiarlo, por la tanto no copiará nada y la prueba será negativa (Figura 2). Para la realización de esta prueba se necesita de un laboratorio equipado con los instrumentos y la maquinariana necesaria para ello, así como de un profesional formado en la técnica. Esta prueba no podríamos hacerla en casa.


Figura 2: simplificación de la técnica de PCR

En estos momentos, se han puesto en boga los test rápidos de antígeno para autodiagnóstico. Estos test detectan, de una manera sencilla, la presencia de un antígeno, es decir, la presencia de alguna de las proteínas que forman la cápside del virus. No debemos confundir estos test que podemos comprarlos en la farmacia y realizárnoslos en casa, con una PCR, porque no es lo mismo. Entre las ventajas de los test rápidos de antígeno para autodiagnóstico se encuentran la sencillez de su uso, la rapidez de su resultado, además de no ser necesario esperar a que el sistema inmunitario produzca anticuerpos para poder detectar la infección. Sin embargo, no son tan sensibles como la PCR, ya que necesita de una cantidad de virus suficiente para se detección. A modo de resumen tenemos la Tabla 1. 

Tabla 1. Resumen de las diferentes pruebas y test para la detección de la covid-19

Como siempre digo, no todo ocurre literalmente como lo he descrito aquí. Todo lo relacionado con el funcionamiento del cuerpo humano no es positivo o negativo, existe un amplio abanico de casos y posibilidades, e intervienen diversas variables como la carga viral; el hecho de que, generalmente, cuando hay una cantidad de virus detectable, ya solemos producir una respuesta inmunitaria; la cantidad de anticuerpos que producimos; el tipo de anticuerpo empleado en los test; los oligonucleótidos usados en la PCR; y otras muchas más cuestiones. En cualquier caso, esperamos haber aportado algo de información para facilitar la comprensión de todos los conceptos que oímos a diario en nuestro entorno.


¿Qué significa dar positivo?

29/07/2020

Estos días nos rodean las noticias y comentarios sobre los test rápidos de anticuerpos y las PCR pero, ¿qué significa dar positivo en alguno de ellos? ¿Y negativo? ¿Son lo mismo? Aquí no vamos a tratar de ser científicamente correctos, ni de realizar un manual de inmunología, sino de arrojar algo de luz sobre estos temas.

Antes de dar respuesta a estas cuestiones, debemos tener claros algunos conceptos. Lo primero que ocurre es la infección, es decir, la entrada del virus en nuestro organismo. En segundo lugar, nuestro sistema inmunitario puede reconocerlo y generar anticuerpos para tratar de defenderse del virus, esto sería la respuesta inmunitaria. Y en un tercer lugar, si nuestro sistema inmunitario es capaz de eliminar el virus de nuestro organismo, este desaparecerá y permanecerán los anticuerpos un cierto tiempo, como medida de defensa. Esto daría lugar a la eliminación del virus y la adquisición de memoria inmunológica. Nada de esto ocurre inmediatamente, todo requiere un período de tiempo. Dicho de otro modo,  puede que tengamos el virus y aún nuestro cuerpo no haya generado anticuerpos (1); puede que tengamos el virus y también anticuerpos (2); o que tengamos anticuerpos, pero ya no tengamos el virus porque el organismo haya logrado eliminarlo (3), como indica la figura 1.

Figura 1: Simplificación de las fases de la respuesta inmune

Los test rápidos de anticuerpos, como indican su nombre, detectan anticuerpos en sangre. Así que, si un test es positivo, esa persona tiene anticuerpos. Si es negativo, no tiene anticuerpos. Esto, en la realidad, no es tan trivial y sencillo, ya que intervienen muchos más factores como el tipo de anticuerpo, el antígeno empleado, etc., pero no merece la pena profundizar en ello.  Ahora bien, retomemos la frase del párrafo anterior:

“puede que tengamos el virus y que aún nuestro cuerpo no haya generado anticuerpos (1); puede que tengamos el virus y también anticuerpos (2); o que tengamos anticuerpos, pero ya no tengamos el virus porque el organismo haya logrado eliminarlo (3)”.

Por esta razón, si una persona da positivo en un test rápido de anticuerpos, es decir, tiene anticuerpos para el virus, puede encontrarse que también tenga el virus (2) o que ya no lo tenga (3). Si una persona diese negativo en el test rápido de anticuerpos, solo quiere decir que no tiene anticuerpos. A lo mejor no tiene anticuerpos porque no tiene el virus o porque tiene el virus, pero todavía no ha generado anticuerpos (1). Resumiendo, los test rápidos de anticuerpos solo dan información sobre la presencia de anticuerpos. No dan ninguna información sobre la presencia del virus en el organismo. Tanto las personas que tienen anticuerpos ante el virus, como las que no, pueden tener el virus o no.

Esto puede parecer algo confuso y sin sentido. La realidad es que un test rápido de anticuerpos no debe ser definitivo, pero nos da, en pocos segundos y prácticamente en cualquier lugar, una información que puede sernos útil en determinadas circunstancias. 

Pasemos ahora a las PCR. PCR son las siglas de una técnica de laboratorio basada en la reacción en cadena de la polimerasa, para que todos lo entendamos, una enzima hace muchas veces seguidas su trabajo. La PCR nos permite detectar la presencia de material genético del virus. Así que, si una persona da positivo en la PCR, tiene el virus. Si da negativo, no lo tiene. Esto, como mencionábamos antes, no es taxativamente como lo estamos contando. Se necesita de una carga viral suficiente para que la PCR aparezca positiva, además de otras cuestiones, pero podemos hacernos una idea. Si retomamos las situaciones anteriores, una persona con PCR positiva tiene el virus. Esta puede tener el virus, pero no anticuerpos (1) o tener el virus y anticuerpos (2).

Esto puede traernos nuevas cuestiones. La PCR es una técnica que requiere un tiempo de procesamiento (se está logrando que este sea cada vez más corto), se necesita de un laboratorio equipado con la maquinaria adecuada y al menos un profesional que sepa realizar la técnica. 

Para sintetizar, en la tabla 1 se recoge un resumen con diferentes casos.

Tabla 1: Síntesis con los posibles resultados de cuatro casos

Como mencionábamos, no todo ocurre literalmente como hemos descrito aquí. Todo lo relacionado con el funcionamiento del cuerpo humano no es positivo o negativo, existe un amplio abanico de casos y posibilidades, e intervienen diversas variables como la carga viral; el hecho de que, generalmente, cuando hay una cantidad de virus detectable, ya solemos producir una respuesta inmunitaria; la cantidad de anticuerpos que producimos; el tipo de anticuerpo empleado en los test; los oligonucleótidos usados en la PCR; y otras muchas más cuestiones. En cualquier caso, esperamos haber aportado algo de información para facilitar la comprensión de todos los conceptos que oímos a diario en nuestro entorno y ayudado a reflexionar sobre la complejidad de un resultado positivo o negativo.




“Coronavirus”: preguntas frecuentes

05/05/2020
¿COVID-19 o SARS-Cov-19? 

Cuando hablamos de COVID-19 hablamos de la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2. Por lo tanto, COVID-19 es el nombre de la enfermedad y SARS-Cov-2 el nombre del virus. 


¿Epidemia o pandemia?

Una epidemia es una enfermedad que se propaga por un país y afecta a su vez a un gran número de personas. Una pandemia es una enfermedad epidémica que se extiende a varios países. La enfermedad COVID-19 comenzó siendo una epidemia hasta que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia a nivel mundial por COVID-19, el 11 de marzo del 2020. 


En el caso de que aparezca una vacuna, ¿será necesario vacunar a toda la población? 

La respuesta es no. Solo será necesario vacunar a un número de personas suficientes para que no pueda continuar la propagación. Es lo que llamamos inmunidad social, es decir, no es necesario que uno este vacunado o inmunizado, si las personas que nos rodean lo están, pues nos harán de escudo. 

¿Habrá un repunte? 

Todos deseamos que el número de infectados caiga, es lógico, pero debemos tener en cuenta que, si el número de infectados disminuye, aumenta el número de personas suceptibles de ser infectadas y, por consiguiente, volverá a aumentar el número de infectados, apareciendo un nuevo repunte. 


¿El coronavirus desaparecerá? 

Como mencionaba, cuando el número de infectados caiga, el número de personas con posibilidad de infectarse aumenta, por lo tanto, volverán a aumentar los infectados y así sucesivamente. Aparecerán  ciclos de repunte y caída de infectados, cada vez con oscilaciones más suaves, desembocando en una situación donde el número de infectados sea estable, en otras palabras, siempre habría infectados por coronavirus, en un número constante y sin ningún repunte de los mismos. Esto es lo que se conoce como endemia, una infección que se mantiene en una población determinada. Probablemente, la COVID-19 se convierta en una endemia, quedando siempre entre nosotros, lo que no quiere decir que también sea necesario que se queden las medidas de confinamiento o distanciamiento social a lo largo del tiempo. 


¿Qué debemos esperar de todo esto? 

Tal vez llegue una vacuna, tal vez llegue un antiviral u otro fármaco para tratar la enfermedad, pero lo más sensato es esperar que el virus mute. Este virus es un virus ARN y estos tipos de virus se caracterizan por mutar muy rápido, dicho de otra forma, mientras se propaga de un individuo a otro, suele sufrir modificaciones. Nuestro cuerpo funciona como una fotocopiadora de virus, donde la persona que manipula la máquina y hace las copias es el propio virus. Pues bien, este suele cometer muchos fallos fotocopiando, lo que se traduce en modificaciones al multiplicarse (mutaciones). Por otro lado, el virus usa una “llave” que abre la puerta de entrada a nuestro cuerpo. La clave sería que, uno de esos errores que cometen al multiplicarse, cayese justo en esta llave. Si la llave del virus se estropea, no abre la puerta de nuestro cuerpo, si no abre la puerta, no hay infección. 

¿El virus siempre será así? 

Para finalizar, debemos entender que el virus sobrevive si consigue propagarse de unos individuos a otros. Sobre la propagación actúan muchos factores, pero uno determinante es el tiempo que una persona es capaz de infectar. Si la virulencia del virus es muy alta y enseguida que infecta al individuo este fallece, el tiempo para transmitirse la infección es muy bajo, por lo tanto, la infectividad también lo será. Sin embargo, cuando la enfermedad se desarrolla lentamente, con una alta probabilidad de supervivencia del individuo, el tiempo para una posible trasmisión aumenta y también la infectividad. Por este motivo, probablemente la selección natural favorezca mutaciones menos virulentas del virus. 




Petra (piedra): pensamiento, esfuerzo, transformación, realismo y acompañamiento, mis cinco principios como docente.

10/01/2019
Aún recuerdo cuando el primer día de clase del Máster de profesorado, el profesor Joaquín Franco nos hizo presentarnos de uno en uno y decir por qué nos habíamos matriculado. Las respuestas fueron muy diversas: algunos compañeros dijeron que su vocación es ser docente, otros que estaban en paro y no encontraban más salida que opositar en educación, otros que la investigación está muy mal y esto era su segunda opción, etc. ¿Mi respuesta? Quiero ser el profesor que nunca tuve. 

A continuación, voy a relatar, mediante mis vivencias en casa, en el colegio o en el conservatorio, en las prácticas, mis pensamientos, mis sentimientos y junto con lo mucho aprendido a lo largo del primer cuatrimestre del Máster de profesorado, las cinco principales carencias que he sentido a lo largo de mi período educativo, las cuales se han transformado en los principios que quiero tener y llevar al aula cuando sea futura docente: 

Desde pequeña, mis padres nunca me han exigido sacar buenas notas, pero sí esfuerzo para conseguirlas. Si el resultado no era el 10, ellos se quedaban satisfechos si yo había hecho todo lo posible porque lo fuera. A pesar de su empeño por trasmitirme esta idea, siempre he tenido claro que su forma de ver la educación no encajaba con la manera de calificar en clase. Lo único que se premia en nuestro sistema educativo es la memorización del día antes. ¿Y, la chica que no sea capaz de vomitar la tabla periódica ya no puede aprobar la Química? Pues no. ¿A pesar de que trabaje día a día la asignatura, se esfuerce por realizar los complejos problemas que no entiende o tenga una actitud muy positiva ante el aprendizaje? La respuesta es, no. Bienvenido a “la escuela bulímica” (Acaso, 2015).

Es cierto que en una sociedad donde la clave para el márquetin de un producto reside en los conceptos “fácil” y “rápido”, donde eslóganes del tipo “Pierde 20 kilos en un mes sin esfuerzo” o “Habla inglés en 20 días” nos invaden, no es sencillo hacer comprender a los chicos la importancia de este principio (Beggeres, 2017) pero, si queremos evaluar en igualdad de oportunidades, deberemos dejar de medir resultado y trabajar en el camino del esfuerzo, la constancia y el progreso. Algunos dirán que esforzarse es duro y muy cansado, yo les responderé que el cansancio es temporal, la satisfacción para siempre. 

La escuela de la actualidad es aún la “escuela bulímica”, concepto que mencionábamos en el principio anterior, lugar “donde se enseña, pero no se produce el aprendizaje” (Acaso, 2015). Y es que, durante las prácticas, aún he seguido escuchando comentarios del tipo “Yo (el profesor) explico y vosotros os lo estudiáis en casa, si no estudiáis nunca os lo vais a aprender”. Tengo claro que mi labor como docente no será formar máquinas de memorizar, sino máquinas de pensar, porque el pensamiento es la herramienta más poderosa del ser humano. Desde mi punto de vista, el que un chico memorice en casa no es aprender, el aprendizaje debe provocarlo el docente en el aula y no de una manera memorística porque, como dice la frase de A. Pérez Gómez “lo que se oye se olvida, lo que se ve se recuerda, lo que se hace se aprende”. 

Quizás por solo haber estudiado en determinados colegios, he apreciado que la escuela trata de enfocar a los alumnos hacia unos valores de disciplina, obediencia, selección o clasificación enfocados al mercado laboral, en la cual se prima lo útil, lo que “sirve para trabajar” y se desprecian asignaturas como Filosofía o Educación para la ciudadanía, porque “solo sirven para pensar” (de Luca, 2002). De-mo-le-dor. 

En contraposición, sin embargo, es abundante la legislación que tenemos para suplir con penas aquello que se intenta eliminar de las escuelas, como son la Ley Orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres («BOE» núm. 71, de 2007), la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género («BOE» núm. 313, de 2004) o la Ley Orgánica sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social («BOE» núm. 10, de 2000), entre otras. ¿Por qué eliminamos este contenido de la escuela y lo redactamos en las leyes? ¿Por qué, como dice Martínez (2017), “La educación tiene más de adoctrinamiento que de sentir común”? ¿Qué estamos haciendo mal para encontrarnos en este punto y necesitar esta legislación? Pues, educar. Estamos educando mal. 

Cuando en clase se nos pidió que escribiéramos una redacción sobre para qué sirve la escuela, en mi mente apareció como un flash el verbo transformar. ¿Transformar el qué? La sociedad. “La escuela como transformadora de la sociedad”. Lo tuve clarísimo desde el primer momento, y así lo escribí. 

Para que nuestros alumnos sean los futuros transformadores de la sociedad necesitaremos para ello, valga la redundancia, transformar la escuela primero. Transformar poco a poco, a fuego lento, durante mis futuras clases de Biología, con pequeños cambios, como esa agua que va calando, calando en la piedra y al final consigue hacer una pequeña brecha, poco a poco, con mimo y delicadeza para conseguir que mis futuros alumnos aprendan y sean, lo que ellos quieran ser, pero que lo sean transformando la sociedad. 

¿Y qué quiero ser? La gran pregunta que nos invade desde pequeñitos. Siempre pensé que el profesor era la mejor persona que podía aconsejarte, guiarte y encaminarte. La mejor persona para ayudarte a decidir si lo mejor para ti era estudiar bachillerato o formación profesional, si bachillerato de ciencias o de letras, o qué carrera escoger. Siempre lo pensé y así lo hice, y creo que, por ahora, no me ha ido demasiado mal. Pero no todos somos Mª del Mar. Echo la vista atrás y veo cuántos compañeros eligieron un camino no adecuado para ellos o, directamente, se quedaron en dicho por un inadecuado consejo por parte por su docente. 

Son numerosos los expertos los que hablan abierta y positivamente del concepto “profesor como guía”, como por ejemplo lo hacen Díez, Gregori, y Hernando (2014) quienes dicen: “El buen profesor guía todo el proceso de enseñanza-aprendizaje, supervisa, formula metas, ayuda en las dificultades que surgen, evalúa y reorienta lo aprendido”, otro ejemplo, Pérez (2013), cuando habla de principios o sugerencias pedagógicas menciona al docente como “educador, guía y modelo”. En primer lugar, dejemos claro el concepto “Guía”, la RAE lo define como “Persona que encamina, conduce y enseña a otra el camino”. ¿Quién soy yo para guiar a nadie? ¿Quién soy yo para conducir a nadie por ningún camino? ¿Quién soy yo para decidir sobre cada cual qué camino tomar? ¿Quién soy yo para formular la meta de nadie? 

Tras estas vivencias y las clases de Sociedad, Familia y Educación, he llegado a la conclusión de que, si algún día soy docente, como expone Calderón (2018), no quiero ser guía de nadie, no quiero decidir “cuál será el destino de los chicos”. Cuando sea docente, quiero ser acompañante, “protegerles y tomar partido por ellos” (Martínez, 2017), dándoles confianza y escuchándolos no sólo con los oídos (Ruiz-Román y Calderón, 2015). Acompañaré a mis alumnos, de la mano, por el camino de la vida, pero por el camino que ellos elijan y hasta donde ellos quieran llegar (Ruiz-Román, Molina, y Alcaide, 2018). 

Por ahora me siento satisfecha de mis cuatro principios, sin embargo, me encantaría aderezarlos con el concepto realismo. Todos son valiosos, pero tal vez, lo más importante es aprender que tengo que ser realista, tanto con mis alumnos, como conmigo. 

Siempre he pensado que quería ser la profesora que yo nunca tuve, “la perfecta docente”: cercana, cariñosa y a la vez que disciplinada, la que valora el progreso y el esfuerzo de cada uno de los alumnos, transformadora, la que les hiciera entender la belleza de la Biología, la cual consiguiera enseñarles todo el currículum de Biología y Geología al completo, etc. pero, durante este cuatrimestre he aprendido de Cristóbal Ruiz que poco y profundo es más y mejor, que enseñar no implica aprender y que el aprendizaje de calidad es el que es educativo (Esteve, 1983). Y, sobre todo, durante el período de prácticas que, como dice en clase tantas veces Lourdes de la Rosa, “el docente perfecto no existe” y “entre lo actual y lo deseado, lo posible”. Lo deseado es todo lo que nos han contado en el Máster, lo actual la realidad que he visto en el aula y lo posible son todas mis energías para hacer una escuela un poquito mejor, siendo consciente de que todo no lo puedo mejorar. “Nos proponemos un objetivo, tal vez no lo consigamos, pero casi siempre estaremos logrando otros, incluso sin saberlo” –(Martínez, 2017) 

Para escribir este humilde ensayo he realizado una búsqueda interior con el objetivo de poder encontrar mis cinco principios como futura docente. Ha sido un camino arduo donde he tenido que ordenar mis ideas y hacerme muchas preguntas. En este tiempo me he dado cuenta de que mis cinco principios como docente no son más que los cinco principios que definen mi personalidad: 

Por un lado, mis nefastas dotes para la memorización han hecho que desarrollara capacidades como el esfuerzo y el comprender razonando y pensando para poder sobrevivir en el sistema educativo. Y, por otro lado, la línea de pensamiento del segregador centro educativo donde he crecido y con el que hemos sufrido tanto por las dificultades y obstáculos que le han hecho pasar a mi hermano, solo ha conseguido formar a una persona reflexiva y reivindicativa que tiene claro que otra escuela es posible. 

Bibliografía 


Acaso, M. (Enero de 2015). ¿Cómo cambiar el paisaje de la educación? Conferencia presentada en TEDxBarcelona, Barcelona, España. 


Beggeres, G. (2017). El aburrimiento y la falta de interés de los adolescentes en la educación: una de las manifestaciones del sufrimiento subjetivo actual. (Trabajo Final de Grado). Universidad de la República, Uruguay. Recuperado de https://www.colibri.udelar.edu.uy/ 


Calderón, I. (Noviembre de 2018). Lo posible y lo necesario en las prácticas inclusivas. Conferencia presentada en la asignatura Ciclo de Conferencias del Máster en Profesorado de Educación Secundaria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas de la Universidad de Málaga, Málaga, España. 


De Luca, S. (2002). La escuela como agente socializador. ¿Enseñar para adaptarse a la sociedad o para transformarla? Análisis de posturas y presupuestos teóricos y metodológicos. Revista Iberoamericana de Educación. Recuperado de n http://www.rieoei.org/deloslectores/406DeLuca.pdf 


Díez, M. D. R. B., i Gregori, S. P., y Hernando, C. R. (2014). El profesor como guía-orientador: Un modelo docente. En R. Beresaluce; S. Peiró; C. Ramos (Ed.), XII Jornadas de redes de investigación en docencia universitaria. El reconocimiento docente: Innovar e investigar con criterios de calidad (pp. 857-870). Alicante, España: Instituto de Ciencias de la Educación (Universidad de Alicante) 


Esteve, J.M. (1983). Teoría de la educación. Murcia, España: Editorial Límites. 


Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. («BOE» núm. 313, de 2004) 


Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. («BOE» núm. 71, de 2007) 


Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social. («BOE» núm. 10, de 2000 


Martínez, E. (2017). Criterios Básicos en la educación de chicos rebeldes. Madrid, España: Editorial Popular. 


Pérez, A. (Mayo de 2013). Buenas prácticas educativas en la era digital. Conferencia presentada en el Curso de Calidad educativa, Bilbao. 


Real Academia Española. (2001) Guía. En Diccionario de la lengua española (22.ª ed.). Recuperado de http://dle.rae.es/srv/fetch?id=JooDg2q 


Ruiz-Román, C. y Calderón, I. (2015). Acompañar diferencias, crear lazos, reconocer lenguajes. Cuadernos de pedagogía, (461), 66-82. 



Ruiz-Román, C., Molina, L. y Alcaide, R. (2018) Trabajo en red y acompañamiento socio educativo con estudiantes de secundaria en desventaja social. Profesorado, vol. 22, (3), 453-474. doi: 10.30827/profesorado.v22i3.8011. Recuperado de http://revistaseug.ugr.es


Hierbas a secas.

15/10/2018
Hasta en nuestro refranero popular se hacen alusiones a las “malas hierbas”. Ahora bien, ¿cuándo algo es bueno o malo? ¿Qué significa ser bueno? ¿Qué significa ser malo?

Los términos bueno y malo son subjetivos. Un ejemplo, todos compramos productos de limpieza para desinfectar y matar a los microorganismos, pero bien que, a la hora de la cena, nos tomamos un yogur con “bífidus” porque llevan microorganismos que ayudan a nuestro tránsito intestinal. Con esto quiero decir que todo lo hacemos relativo a nuestra visión utilitarista de la naturaleza, según el beneficio o perjuicio que nos produzca, así lo consideramos.

Exactamente lo mismo ocurre con las plantas. Por un lado, las que nos producen un beneficio; por otro, las “malas hierbas”. Me gustaría saber qué considera por “malas hierbas” un agricultor. Supongo que aquellas que le crecen en sus cultivos sin que él lo quiera, las que le roban el agua a las “buenas”, las que crecen invadiendo los campos, o las que marchitan las que están a su alrededor.
Esto es debido a que cuentan con unas estrategias de supervivencia que le han permitido sobrevivir en condiciones adversas y germinar en cualquier resquicio inhóspito. Prueba de ello, las plantillas que surgen entre las grietas del cemento. 

Como les decía al comienzo del texto, las llamamos malas hierbas porque no nos aportan nada, o mejor dicho, no sabemos qué nos pueden aportar. Las “malas hierbas” nos han salvado ya de alguna y nos podrán salvar de otras venideras. ¿Te has planteado qué hacer cuando no queden ecosistemas sin contaminar, suelo sin acementar, agua para regar los cultivos intensivos o plásticos para crear los inmensos invernaderos? Quizás conocer las plantas que crecen espontáneamente sin necesidad de nuestro esfuerzo pueda darnos la solución.



La mitad de los estudiantes que empiezan Ciencias e Ingenierías en la UMA lo dejan en el primer curso.


01/02/2017
El pasado miércoles, leyendo la prensa, encontré un titular que captó mi atención. Ese titular es el título de mi nueva entrada. Decía así: "La mitad de los estudiantes que empieza Ciencias e Ingeniería en la UMA lo dejan el primer curso" Les dejo el enlace: http://www.laopiniondemalaga.es/malaga/2017/01/22/mitad-estudiantes-empieza-ciencias-e/904429.htmlAdemás, se dice claramente que estos datos, no difieren del resto de universidades.

¿Sorprendente? Para mí no. En este momento, me puedo parar a pensar en cuántas personas de las que formaban parte de mi clase de primero de Biología, continúan ahora en cuarto conmigo y el número es sumamente bajo. En primero, cayeron muchos, tal vez se llevaron un chasco, tal vez vieron que la Biología no era lo suyo, quizás, creyeron que era "demasiado" para ellos, puede que también consiguieran entrar en otra carrera, ... Otros fue en segundo cuando se dieron cuenta que la carrera les superaba, o no encontraron en Biología lo que buscaban y decidieron dejarla. Cuando pasé a tercero, se iban quedando enganchados con asignaturas denominadas «hueso» como la celular de segundo o la química de primero, etc. Algunos consiguieron un contrato laboral o bien porque tuvieran anteriormente un título de técnico relacionado con el área, o bien en el sector servicios. Fueron pasando los cursos, y los compañeros se iban quedando atrás. En resumen, a cada curso que he ido pasando, quedaban menos compañeros de mi promoción y cada vez más compañeros de promociones anteriores, que aún andan en la lucha.


Con esta reflexión no es mi intención ensalzar a nadie, ni a mí, ni mucho menos, desprestigiar a otros compañeros. Porque se terminen la carrera en 4, 5, 8 años o no la acaben, no define a las personas, ni les hace ser mejor profesional. Muchos "cocos" que terminarán de mi promoción con matrículas de honor, no los contrataría ¡en la vida!, mientras que, si alguna vez soy empleadora, estaré deseando que alguno que otro acabe, a trancas y a barrancas, para contratarlos. Con esto, simplemente, quiero reflejar que, algo falla, algo huele mal aquí.


La noticia da algunos datos más como que "Por el contrario, las carreras de Ciencias de la Salud son las que presentan menos desertores (solo un 8,8% de alumnos)." Esto también me hace reflexionar.




No voy a tratar de dejar aquí la solución al problema, pero quizás la visión de una estudiante de Biología pueda aportar algo. Pienso que es un problema de fondo, de ideas que tiene nuestra sociedad muy arraigadas. ¿Qué pensamos de los médicos, enfermeros etc. por ejemplo? "Muy buena elección", "Llegarás lejos", "Podrás ser alguien en la vida", "Son personas que salvan vidas", "¡Loables!", "¡Grandes!", "¡Geniales!", "¡Héroes!", "¡Fundamentales en la sociedad!, ¡Indispensables!". Obviamente, lo son. Pero, ¿y de los biólogos? (por hablar de una carrera de ciencias puras, la cual conozco) ¿Qué piensa la sociedad de nosotros lo biólogos? Pues yo les respondo y les puedo dar respuestas muy claras, porque son las que he estado recibiendo desde hace más de 7 años, cuando comencé a decir que me planteaba estudiar biología y son "¡Anda! como Ana Obregón" (qué culpa tendrá la mujer), "¡Vas a acabar trabajando de lo mismo que ella!", "Sois los que estudiáis los animalitos", "¡Anda! ¿eso es los que estudian las plantas, no?", "¡Qué feo!", "¿Por qué no estudias otra cosa como derecho o medicina?", "No vas a trabajar de lo que has estudiado" y un sin fin más de comentarios al uso. Esto denota una falta de conocimiento en la sociedad, que solo es posible solucionar con educación, la cual va empicada cuesta abajo y sin frenos, dirigiéndose al desastre. 

Quizás por este motivo, las carreras de ciencias puras o las ingenierías, tienen una nota para entrar tan sumamente baja, y el único motivo es que NADIE LAS QUIERE. Tenemos que ser claros, casi nadie quiere estudiar biológicas, una química o unas matemáticas. Es esta nota de corte tan baja, la que hace que estas carreras sean un cajón de sastre desastre, en las que entra gente un poco de todo, que no termina en buen puerto. También tengo que decir que, en algunas ocasiones (las que menos, por suerte), por parte de algún sector del profesorado, la motivación es pésima y a veces, llegar a ser desmoralizante. Además los críos que puedan presentar cierta vocación, ya se habrá encargado la sociedad, con sus "grandes" comentarios, de hacerles cambiar de parecer para pasar a aspirar a ser un "profesional de prestigio", un buen abogado o un reputado médico, un enamorado de la literatura o un genio de la economía. Esto, sumado a la falta de motivación por parte del sector laboral, hacen una quimera perfecta para optar por el abandono.

¿Solución? Yo no la tengo.






María del Mar López-Fernández Mª del Mar López Fernández Mª del Mar López-Fernández López-Fernández, M. M. maria del mar lopez-fernandez






María del Mar López-Fernández Mª del Mar López Fernández Mª del Mar López-Fernández López-Fernández, M. M. maria del mar lopez-fernandez






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